Hay momentos en la vida de una persona en que algo se conmueve, es cuando se tiene la sospecha de que en algún aspecto, las cosas deberían y podrían ser distintas. En esos momentos, la sensación es que ya no es obvio ni natural lo que está padeciendo. Tal vez con las mismas herramientas que se tienen, reordenándolas, podría armarse un mejor juego que hasta ahora no parecía posible, que habilite a continuar avanzando.

 

Muchas veces esa conmoción que invade toma la forma de una angustia que paraliza, y parece impensable que alguien pueda ayudar a salir de ese estado.

Lo que le sucede a una persona depende estrictamente de la posición que toma frente a los hechos en los que está inmersa.

 

Quizá no se pueda cambiar el entorno, pero seguramente sí la forma de posicionarse frente a éste. Es posible hacer una relectura de la propia historia para escribir un futuro diferente.

Consultar a un psicólogo es darse la oportunidad de escucharse, para así someter a revisión lo que hasta ahora fueron certezas, poder cuestionar y desarticular aquello que aqueja o bloquea tanto en aspectos sociales como emocionales, productivos o laborales.

 

Consultar  a un psicólogo para iniciar un análisis  no es someterse pasivamente a un tratamiento,  sino hacer uso del derecho que toda persona tiene a trabajar activamente para lograr un mejor juego.